Por: Renato Vega
La pregunta del millón, ¿no? Se suele presumir, tanto en medios como en redes sociales, cómo la habilidad y capacidad de un piloto puede lograr mejores resultados que los de aquellos que deciden pagarse el camino hacia la velocidad y buena maniobrabilidad. Al parecer es correcto. Por ejemplo, lo podemos comprobar absolutamente en todos los deportes motor. Es raro que los pilotos que sólo llegan por patrocinios o puro dinero lleguen lejos en el deporte. De la misma manera se puede apreciar en la cultura del racing más casual; el de ir a una pista y probarse, junto con tu auto, contra otros.
Como en la fábula del la liebre y la tortuga
En este video tenemos dos autos y dos personas con diferencias abismales en las condiciones. Por un lado tenemos al Porsche 911 Turbo S de 581 caballos de fuerza, capaz de acelerar de 0 a 100 kilómetros por hora en menos de 2.8 segundos. Es un auto bastante rápido, de aquellos que suelen llamar “asesinos de pista” o track killer. Pero, ¿de qué te sirve todo ese poder si no lo sabes utilizar?Ahora, Matthew Jackson, no es un piloto profesional de carreras. Es una persona que como tú o yo. Tiene una afición por los coches. Por ello decide ingresar a eventos de carreras amigables con su confiable Mazda Miata 2001 (carreras en las cuales corre contra otros Miatas y personas normales). No obstante, todas esas carreras y días de pista que Jackson disfrutó con su pequeño coupé japonés de 120 caballos de fuerza le dejaron algo más valioso que el Porsche 911, al cual siempre se mantuvo a la par: experiencia de manejo. Ahora sí que Matthew Jackson ha probado al mundo del racing uno de los dilemas más grandes que existen. Y bueno, con una diferencia de más de 400 caballos de fuerza, no cabe duda de que la habilidad es el atributo más importante de cualquier piloto.