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Abril 21, 2016

Rush, James Hunt y las musas del automovilismo

RacingFan Team

Una de las películas más alucinantes en el mundo de la Formula 1 es Rush, Pasión y Gloria (2013) del que fuera niño actor y desde hace tiempo director galardonado: Ron Howard. Nos traslada con éxito a los años 70 y describe los entretelones de la rivalidad entre dos históricos (e histriónicos) pilotos de la Fórmula 1: el inglés James Hunt (interpretado por Chris Hemsworth) y el austriaco Niki Lauda (Daniel Brühl). Es una divertida cinta que sobresale por la excelente recreación de la moda y estilo glamoroso y a-go-go de la década, apoyado por una excelente cinematografía y un diseño de audio que nos hace experimentar el vértigo y la velocidad que los pilotos vivían a bordo de sus monoplazas. De esta manera entreteje escenas dinámicas de competencias, el marco ideal para narrar una historia desde los albores de la rivalidad entre ambos pilotos en la Fórmula 3 y hasta su clímax en la Fórmula 1. No retorno El punto de inflexión de la película es previsible, pero no por ello menos impactante. Lo adivinarán: cuando en una cerradisíma competencia Lauda casi pierde la vida en el brutal accidente del Gran Premio de Nürburgring, Alemania, en el campeonato mundial de 1976. Los neumáticos de Lauda perdieron agarre y su Ferrari se accidentó e incendió, para causarle horrendas quemaduras y desfigurarle el rostro. Con estos elementos, el blockbuster reescribe una de las más emocionantes historias jamás contadas en el  mundo del automovilismo profesional, como un espectáculo sobre el peligro, la rivalidad, el arrebato, el desenfreno y la muerte en la Fórmula 1.   A la caza La película se estrenó en 2013 y nos hizo cuestionar cómo es que ese accidente casi fatal habría transformado emocionalmente a Lauda. Además, a la fecha uno se pregunta por qué el piloto nunca se sometió a una cirugía plástica para lucir menos “tétrico” (sus quemaduras fueron graves, incluso perdió una oreja). Y también se dudaba cuál era la relación real, no cinematográfica, entre él y Hunt. Desconozco las respuestas pero no así que los misterios de nuestra condición humana y sus representaciones son fascinantes, todavía más si me concentro no en el dolor de Lauda –habrá otra oportunidad– sino en Hunt, un arquetipo ideal para una era como la nuestra, definida por la fama y la celebridad antes que por los dramas humanos. El veneno de la razón Hunt pudo haber sido creado por un escritor de ficción. El piloto tenía un talento natural para los excesos en el volante y en la, ehhhm, “rutina”. Su carisma era tan sorprendente como su insolencia. Antes de cada carrera escenificaba rituales, como vomitar (él era un champurrado de nervios e indulgencias). Nada raro, los tabloides amarillistas lo amaban y catalogaban como el campeón de la velocidad, el sexo y el alcohol. Lamentablemente tiempo después chocó en verdad, es decir, murió, joven. Sólo tenía 45 años de edad y su corazón se detuvo, cuando ya casi no bebía. Ya le había causado el daño suficiente a su cuerpo. Riesgos y beneficios Los pilotos generalmente aceptan que existen una probabilidad de morir siempre que compiten, pero vaya si reciben beneficios. Además las actuales precauciones de seguridad han hecho que las amenazas fatales y el caos desciendan a niveles mínimos. Es un escenario ideal para los pilotos, que reciben los más altos sueldos en el mundo del deporte (por ejemplo, Sebastian Vettel firmó hace un año y cacho un contrato de 100 millones de dólares, más bonos, por tres años con la escudería Ferrari). Por si fuera poco, son un imán para las mujeres, como Hunt demostró. Viajero frecuente James Hunt jamás fue conocido por comportarse adecuadamente, no sólo para la momiza sino para cualquiera con uso de razón. Y era un onanista de primera. Se dice que llegó a acostarse con, en síntesis,¡más de 5,000 mujeres! Cuando en Tokio disputaba nariz con nariz el título de la Fórmula 1 contra Lauda, sentó un precedente si se trata de arriesgarse, ser polémico y, digamos, “lúdico”: Durante las dos semanas previas a la competencia bebió, fumó mariguana e inhaló cocaína con su amigo Barry Sheene (el campeón del mundo de motociclismo). En ese entonces Hunt se había divorciado de la modelo Suzy Miller y salía con la guapa Sue Shaw. Pero su desfachatez era total y cuando se hospedó en el Hilton de la ciudad nipona, cada mañana le “dejaban” en la recepción no un cargamento con souvenirs, regalos, kimonos, chacos o qué sé yo, sino con una sobrecargo de la British Airways para que se uniera a su fiesta. Ni hablar, Hunt no podía decir que no y de esa manera conoció los bajos vuelos de 33 azafatas. Chico malo, chico malo Hunt a veces era un hombre-espectáculo que hacía palidecer al más guarro Austin Powers. Durante la práctica podía bajar de su monoplaza y hacer pipí a mitad del circuito; introducía chicas “cariñosas” en las áreas exclusivas de la competencia y ni le sigo. ¿Y cuál fue el resultado? Una antimoraleja hecha y derecha: Se alzó con el campeonato mundial de 1976 encima de cuanto pudiera, y de su automóvil Williams. Increíble. A partir de esta última victoria del año en Japón, Hunt triunfó y festejó sin parar hasta arribar al aeropuerto británico de Heathrow para seguir haciendo historia como sólo él sabía: en los tabloides de chismes, que no lo bajaban de desenfrenado y adicto al sexo. Hunt, el millonario seductor Es casi cómico conocer la siguiente historia. Cuando Hunt se fue de Luna de Miel con Suzy Miller, en 1974, años antes de hacerse del campeonato, se alojó en un destino en el cual coincidió con Richard Burton y Elizabeth Taylor –el matrimonio de los actores también era un fiasco–. Pasó esto y aquello que no relataré. Pero pasó el tiempo, Burton le dijo a Taylor que todo había terminado. Seguro con una cursi dosis de nostalgia recordó su Luna de Miel y el muy pillo buscó a Suzy. El protagonista de El Manto Sagrado entonces le hizo una velocísima propuesta de matrimonio para que la aún esposa de Hunt, se derritiera por él (no sé, invento). Ella no tardó en mandarle la solicitud de divorcio al piloto… Quien les diga que el amor es un asunto sencillo se droga, miente o es un suertudasasasasazo. Sin embargo, Hunt sufrió pero no excesivamente. Era lo mejor para él. Con Richard Burton concilió para que el actor pagara un millón de dólares por concepto de gastos legales y bonificaciones por el “traspaso” de Miller. Ches machos… Naturaleza veloz Con todas estas descripciones, hay que subrayar una obviedad: Hunt no inventó la naturaleza humana. Habrá otras historias iguales o peores en el automovilismo, eso sí, de figuras menos carismáticas o mediáticas que el británico –no sería poco raro que hubiera figuras atroces si el registro “pro” de la primera competencia de autos ocurrió el 30 de agosto de 1867–. Además Hunt no era un patán, más bien no estaba hecho para la monogamia. Le gustaba la vida loca y con todo esto elevó a los pilotos de F1 a la categoría de rock stars. Qué diferencia con otro legendario piloto, Jackie Stewart, quien también era famoso, pero por abstenerse de tener sexo desde una semana antes de cada carrera. Por cierto, el argumento original de Rush, Pasión y Gloria dramatizaba la vida de Stewart. Pero los productores rápido comprendieron que hubiera sido la más aburrida película si se trata de velocidad, pasión y todo eso que nos empuja a arriesgarnos con tal de alcanzar nuevas metas. Por: Natalia Pendragon
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