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Sin asistencia pero llenos de ansias de aventura, unos intrépidos pioneros se lanzaron hace cuatro décadas al asalto del desierto, en una primera edición llena de sobresaltos. El rally Dakar, que el sábado dará inicio a su 40ª edición en Lima, acababa de nacer.

En aquel final de diciembre de 1978, los jardines del Trocadero de París, frente a la Torre Eiffel, veían a casi 200 motos, autos y camiones dispuestos para su larga travesía.

Al término de su periplo, inédito, de tres semanas y 10.000 kilómetros pasando por Argelia, Mali y Níger, se encontraba Dakar, el destino fijado, muy lejos de la lluvia que caía entonces sobre París.

La cita, con ADN africano por sus orígenes, es sudamericana desde 2009. Pero antes de la mudanza de continente por motivos de seguridad hubo 30 ediciones en el norte de África.

La prueba nacía desde el "amateurismo iluminado" de esos pioneros, según Cyril Neveu, que luego ganó ese primer Dakar a los mandos de una moto Yamaha 500 XT. Para la mayoría de los 176 inscritos en la primera edición, como para Thierry Sabine, uno de los impulsores de la prueba, se estaba ante un salto hacia lo desconocido, en el que el interés deportivo pasaba incluso a un segundo plano.

Lo importante es participar

"Participaba para intentar llegar. Punto final", afirma Philippe Vassard, un informático de la empresa nacional francesa de ferrocarriles (SNCF). "Era una gran aventura, teníamos nuestra brújula colgada al cuello. Estábamos descubriendo todo, era genial", señala Neveu, entonces estudiante de fisioterapia.

La mezcla de espíritu intrépido con una cierta osadía irracional se reflejaba también en el material de los competidores.

"Estábamos entre la mecánica africana y la mecánica top de nivel de competición", explica Claude Marreau al volante de un coche 4L.

Los modelos de la época están muy alejados de los que se usan actualmente, pero los ingredientes básicos no han cambiado: era necesario hacer frente a los contratiempos, saber cómo conducir en las dunas y armarse de valentía para poder llegar a buen puerto en una aventura muy exigente.

Una vez que se cruzó el Mediterráneo, la caravana atravesó con escolta policial Argel, que estaba en pleno luto nacional, un día después de la muerte del presidente Houari Boumédiene. Después se pasó la primera noche en el desierto, a menos de cero grados centígrados.

Primera víctima mortal

"Dormíamos al pie de la moto, no teníamos nada", recuerda Vassard. Hasta Dakar, sin tienda, con algunas latas de conserva, la ruta se hacía larga, pero "había mucha solidaridad", explica Neveu.

Cansancio, caídas, pinchazos, averías... "Me había preparado para vivir esos problemas. Era más una carrera mental que física", añade.

El Dakar tuvo en aquella edición su primera víctima mortal. Fue el piloto de motos Patrick Dodin, que se mató cuando iba hacia la salida de la etapa Agadez-Tahoua, en Níger. Fue el primero de una lista negra de 24 competidores fallecidos hasta la fecha durante la carrera.

La caravana avanzaba, pero con muchos problemas en ocasiones, con una organización todavía embrionaria y poco experimentada. A unos días para el final, sólo un competidor, Vassard con una Honda 250 XL, llega dentro del límite de tiempo en la etapa entre Bamako y Nioro du Sahel, en Mali: las lluvias que se habían dado desde el viaje de reconocimiento habían modificado tanto el terreno que lo habían dejado impracticable.

"Thierry Sabine viene a verme y me dice que he ganado", explica. Pero "mientras dormía, él decidió anular las penalizaciones, no había un rigor reglamentario, era más una aventura", subraya.

Con 22 años, Cyril Neveu llegó a Dakar como primero de la clasificación, que era común a todas las categorías, por delante de Gilles Comte (Yamaha) y de Vassard. Para Neveu era la primera de las cinco victorias que iba a conseguir en el rally.

Fueron 74 los competidores, entre ellos tres mujeres, que lograron llegar al final en la Plaza de la Independencia de Dakar: la historia de los rallies acababa de cambiar para siempre.

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